Tim Burton -The melancholy death of Oyster Boy- |
domingo, 5 de febrero de 2006 |
The melancholy death of Oyster Boy Tim Burton (EEUU, 1958 - )
He proposed in the dunes, they were wed by the sea,
Their nine-day-long honeymoon was on the isle of Capri.
For their supper they had one specatular dish- a simmering stew of mollusks and fish. And while he savored the broth, her bride's heart made a wish.
That wish came true-she gave birth to a baby. But was this little one human Well, maybe.
Ten fingers, ten toes, he had plumbing and sight. He could hear, he could feel, but normal? Not quite. This unnatural birth, this canker, this blight, was the start and the end and the sum of their plight.
She railed at the doctor: "He cannot be mine. He smells of the ocean, of seaweed and brine."
"You should count yourself lucky, for only last week, I treated a girl with three ears and a beak. That your son is half oyster you cannot blame me... have you ever considered, by chance, a small home by the sea?"
Not knowing what to name him, they just called him Sam, or sometimes, "that thing that looks like a clam"
Everyone wondered, but no one could tell, When would young Oyster Boy come out of his shell?
When the Thompson quadruplets espied him one day, they called him a bivalve and ran quickly away.
One spring afternoon, Sam was left in the rain. At the southwestern corner of Seaview and Main, he watched the rain water as it swirleddown the drain.
His mom on the freeway in the breakdown lane was pouding the dashboard- she couldn't contain the ever-rising grief, frustration, and pain.
"Really, sweetheart," she said" I don't mean to make fun, but something smells fishy and I think it's our son. I don't like to say this, but it must be said, you're blaming our son for your problems in bed."
He tried salves, he tried ointments that turned everything red. He tried potions and lotions and tincture of lead. He ached and he itched and he twitched and he bled.
The doctor diagnosed, "I can't quite be sure, but the cause of the problem may also be the cure. They say oysters improve your sexual powers. Perhaps eating your son would help you do it for hours!"
He came on tiptoe, he came on the sly, sweat on his forehead, and on his lips-a lie. "Son, are you happy? I don't mean to pry, but do you dream of Heaven? Have you ever wanted to die?
Sam blinked his eye twice. but made no reply. Dad fingered his knife and loosened his tie.
As he picked up his son, Sam dripped on his coat. With the shell to his lips, Sam slipped down his throat.
They burried him quickly in the sand by the sea -sighed a prayer, wept a tear- and they were back home by three.
A cross of greay driftwood marked Oyster Boy's grave. Words writ in the sand promised Jesus would save.
But his memory was lost with one high-tide wave.
La melancólica muerte de Chico Ostra
Se le declaró en la costa, y en la playa fue la boda.
Su larga luna de miel en la isla de Capri fue.
Para la cena el mesero les puso un solo platillo: un gran caldo de mariscos. La novia pidió un deseo.
Y el deseo se realizó. Dio al fin a luz un bebé. Pero éste ¿era humano o no? Bueno, quizá. Tal vez.
Diez dedos en pies y manos, y demás órganos sanos. Podía sentir y escuchar. Pero ¿normal? No, ni hablar.
Este engendro antinatura, Este cáncer indecente, Era la imagen viviente de toda su desventura.
Ella se quejó al doctor: “No es hilo de mi madeja. ¿De donde sacó ese hedor a salmuera, pez y almeja?”
“Y ha sido usted afortunada. Yo la semana pasada, trate a una niña con pico y tres orejas. ¿Me explico? Si es mitad ostra su niño, búsquese a otro a quien culpar. -Y añadió con cierto guiño - ¿Se ha puesto a considerar una casita en el mar?”
No sabían como llamarlo. A veces le decían Carlo y a veces -con voz perpleja- “eso que parece almeja”.
Encogido el corazón, Ninguno en verdad sabía si el chico ostra algún día rompería el caparazón.
Los cuatrillizos Montalvo cierta vez se lo toparon. Le espetaron un “¡Bivalvo!” y enseguida se escaparon.
Una tarde en que llovía, Carlo se sentó en la calle. Y miró arremolinarse el agua en la alcantarilla
Aparcada en la cuneta, conmovida y afligida, su madre daba salida a su congoja secreta.
Ya se habían acostado una noche, y ella dijo: “Cariño, huele a pescado y yo creo que es nuestro hijo. Y aunque dicen que una dama debe callarse esas cosas, me parece que le endosas tus problemas en la cama.”
El probó cuanta loción pudo hallar en el mercado. Tenía el cuerpo colorado y comezón, comezón. Y de rascar y rascar la piel le empezó a sangrar
El doctor, tras una pausa, dijo: “El remedio a su mal podría ser su misma causa. Las ostras, como sabéis, dan gran potencia sexual. Supongo que si os coméis a vuestro niño podréis saciar el ansia carnal.
Se acerco muy de puntitas, muy a oscuras y en celada, porque no notara nada quien le daba tantas cuitas. Y en voz muy baja le dijo: “Carlo queridísimo, hijo: no quisiera interferir ni causarte desconsuelo. Pero ¿has pensado en el cielo, o te has querido morir?”
Carlo parpadeo al oírlo pero no le dijo nada. Su papi apretó el cuchillo y se aflojó la corbata.
Cuando lo levantó en vilo, Carlo le mojó el abrigo. Y en su boca ya la valva, se escurrió por su garganta.
En la costa lo enterraron, en la arena, junto al mar. Una oración murmuraron y se fueron a cenar.
Una cruz que daba pena marcaba su sepultura y unas letras en la arena prometían vida futura.
Pero al subir la marea una ola grande y fea borró sin pena ni gloria para siempre su memoria.
De regreso en el hogar, él se le empezó a acercar.
Le besó y le dijo: “Bella, hagamos otra faena.” “Pero esta vez –susurró ella- pidamos que sea una nena.”
Versión de Francisco SegoviaEtiquetas: Tim Burton |
posted by Torre @ 14:09 |
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