Chinchon Charles Tomlinson (England, 1927 - )
Trees in this landscape signal the presence of a river. A side road leads us on— parched grass, a rock horizon— and winds us towards a town watched over by the blind eyes of a ruined castle: This is Chinchon. December a week away, the place is half-deserted. The square that can be converted into a bullring or a theater awaits the arrival of actors to perform the piece by Lope de Vega promised on the playbills. We sit in the bar of the parador in the midst of a floral display on blue tiles, over a drink that creates a circle of warmth in the growing chill and is also called Chinchon. Aniseed. Anise is what these dry fields feed, with its yellowish-white small flowers and licorice-flavored seed: we are drinking the distillation of Spain—a certain pungency which is not unsweet, like the heat and tang in the Spanish aspirate. The sky looks down on our departure through each one of the blind eyes of the castle. The car is a lost beetle in the vast spreading amplitude of Castile expanding around us. Snowflakes over the far Guadarrama feel for the mountain spine that reaches to the heights like a line of surf suddenly breaking on the peaks. Below, burning stubble in the fields is turning the twilight blue and losing the thread of the road we are on, Chinchón lamplit behind us, Chinchón gone.
Chinchón
Los árboles, en este paisaje, señalan la presencia de un río. Una carretera secundaria —hierba seca, horizonte de roca— nos guía, serpeando, hasta un pueblo que velan los ojos ciegos de un castillo en ruinas: estamos en Chinchón. A una semana de diciembre el lugar se halla medio desierto. La plaza, capaz de transformarse en ruedo o en teatro, espera la llegada de los actores de la obra de Lope que anuncian los carteles. Sentados en el bar del parador, en medio de un despliegue de azulejos florales, bebemos un licor que emana un aura cálida en el frío incipiente y se llama, asimismo, Chinchón. Anís. Anís es lo que ofrecen estos campos resecos, con sus flores amarillas y blancas y el gusto a regaliz de sus semillas: ahora bebemos la destilación de España, un sorbo acre que no carece de dulzura, como el dejo caliente de la aspirada castellana. El cielo, desdeñoso, vigila nuestra marcha desde los ojos ciegos del castillo. El coche es un escarabajo extraviado en la vasta y creciente amplitud de la meseta que nos rodea. Lejos, en Guadarrama, una nube de nieve palpa la columna dorsal de la montaña que corona las cimas una a una como una ola a punto de romper. Abajo, el rastrojo candente de los campos azulea el crepúsculo y pierde el hilo de la carretera; las luces de Chinchón quedan atrás y luego se disipan.
Versión de Jordi DoceEtiquetas: Charles Tomlinson |