The Fellowship of the Ring. A Knife in the Dark John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973)
The leaves were long, the grass was green, The hemlock-umbels tall and fair, And in the glade a light was seen Of stars in shadow shimmering. Tinúviel was dancing there To music of a pipe unseen, And light of stars was in her hair, And in her raiment glimmering.
There Beren came from mountains cold, And lost he wandered under leaves And where the Elven-river rolled He walked alone and sorrowing. He peered between the hemlock-leaves And saw in wonder flowers of gold Upon her mantle and her sleeves, And her hair like shadow following.
Enchantment healed his weary feet That over hills were doomed to roam; And forth he hastened, strong and fleet, And grasped at moonbeams glistening. Through woven woods in Elvenhome She lightly fled on dancing feet, And left him lonely still to roam In the silent forest listening.
He heard there oft the flying sound Of feet as light as linden-leaves, Or music welling underground, In hidden hollows quavering. Now withered lay the hemlock-sheaves, And one by one with sighing sound Whispering fell the beechen leaves In the wintry woodland wavering.
He sought her ever, wandering far Where leaves of years were thickly strewn, By light of moon and ray of star In frosty heavens shivering. Her mantle glinted in the moon, As on a hill-top high and far She danced, and at her feet was strewn A mist of silver quivering.
When winter passed, she came again, And her song released the sudden spring, Like rising lark, and falling rain, And melting water bubbling. He saw the Elven-flowers spring About her feet, and healed again He longed by her to dance and sing Upon the grass untroubling.
Again she fled, but swift he came. Tinúviel! Tinúviel! He called her by her elvish name; And there she halted listening. One moment stood she, and a spell His voice laid on her: Beren came, And doom fell on Tinúviel That in his arms lay glistening.
As Beren looked into her eyes Within the shadows of her hair, The trembling starlight of the skies He saw there mirrored shimmering. Tinúviel the elven fair, Immortal maiden elven-wise, About him cast her shadowy hair And arms like silver glimmering.
Long was the way that fate them bore, O'er stony mountains cold and grey, Through halls of iron and darkling door, And woods of nightshade morrowless. The Sundering Seas between them lay, And yet at last they met once more, And long ago they passed away In the forest singing sorrowless.
La Comunidad del Anillo. Un Cuchillo en la Oscuridad
Las hojas eran largas, la hierba era verde, las umbelas de los abetos altas y hermosas y en el claro se vio una luz de estrellas en la sombra centelleante. Tinúviel bailaba allí, a la música de una flauta invisible, con una luz de estrellas en los cabellos y en las vestiduras brillantes.
Allí llegó Beren desde los montes fríos y anduvo extraviado entre las hojas y donde rodaba el Río de los Elfos, iba afligido a solas. Espió entre las hojas del abeto y vio maravillado unas flores de oro sobre el manto y las mangas de la joven, y el cabello la seguía como una sombra.
El encantamiento le reanimó los pies condenados a errar por las colinas y se precipitó, vigoroso y rápido, a alcanzar los rayos de la luna. Entre los bosques del país de los elfos ella huyó levemente con pies que bailaban y lo dejó a solas errando todavía escuchando en la floresta callada.
Allí escuchó a menudo el sonido volante de los pies tan ligeros como hojas de tilo o la música que fluye bajo tierra y gorjea en huecos ocultos. Ahora yacen marchitas las hojas del abeto y una por una suspirando caen las hojas de las hayas oscilando en el bosque de invierno.
La siguió siempre, caminando muy lejos; las hojas de los años eran una alfombra espesa, a la luz de la luna y a los rayos de las estrellas que temblaban en los cielos helados. El manto de la joven brillaba a la luz de la luna mientras allá muy lejos en la cima ella bailaba, llevando alrededor de los pies una bruma de plata estremecida.
Cuando el invierno hubo pasado, ella volvió, y como una alondra que sube y una lluvia que cae y un agua que se funde en burbujas su canto liberó la repentina primavera. El vio brotar las flores de los elfos a los pies de la joven, y curado otra vez esperó que ella bailara y cantara sobre los prados de hierbas.
De nuevo ella huyó, pero él vino rápidamente, ¡Tinúviel! ¡Tinúviel! La llamó por su nombre élfico y ella se detuvo entonces, escuchando. Se quedó allí un instante y la voz de él fue como un encantamiento, y el destino cayó sobre Tinúviel y centelleando se abandonó a sus brazos.
Mientras Beren la miraba a los ojos entre las sombras de los cabellos vio brillar allí en un espejo la luz temblorosa de las estrellas. Tinúviel la belleza élfica, doncella inmortal de sabiduría élfica lo envolvió con una sombría cabellera y brazos de plata resplandeciente.
Larga fue la ruta que les trazó el destino sobre montañas pedregosas, grises y frías, por habitaciones de hierro y puertas de sombra y florestas nocturnas sin mañana. Los mares que separan se extendieron entre ellos y sin embargo al fin de nuevo se encontraron y en el bosque cantando sin tristeza desaparecieron hace ya muchos años.Etiquetas: J.R.R. Tolkien |