The Fellowship of the Ring. A Journey in the Dark John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973)
The world was young, the mountains green, No stain yet on the Moon was seen, No words were laid on stream or stone When Durin woke and walked alone. He named the nameless hills and dells; He drank from yet untasted wells; He stooped and looked in Mirrormere, And saw a crown of stars appear, As gems upon a silver thread, Above the shadow of his head.
The world was fair, the mountains tall, In Elder Days before the fall Of mighty Kings in Nargothrond And Gondolin, who now beyond The Western Seas have passed away: The world was fair in Durin's Day.
A king he was on carven throne In many-pillared halls of stone With golden roof and silver floor, And runes of power upon the door. The light of sun and star and moon In shining lamps of crystal hewn Undimmed by cloud or shade of night There shown for ever fair and bright.
There hammer on the anvil smote, There chisel clove, and graver wrote; There forged was blade and bound was hilt; The delver mined the mason built. There beryl, pearl, and opal pale, And metal wrought like fishes' mail, Buckler and corslet, axe and sword,
And shining spears were laid in hoard. Unwearied then were Durin's folk; Beneath the mountains music woke: The harpers harped, the minstrels sang, And at the gates the trumpets rang.
The world is grey, the mountains old, The forge's fire is ashen-cold; No harp is wrung, no hammer falls: The darkness dwells in Durin's halls; The shadow lies upon his tomb In Moria, in Khazad-dûm. But still the sunken stars appear In dark and windless Mirrormere; There lies his crown in water deep, Till Durin wakes again from sleep.
La Comunidad del Anillo. Un Viaje en la Oscuridad
El mundo era joven y las montañas verdes, y aún no se veían manchas en la luna y los ríos y piedras no tenían nombre, cuando Durin despertó y echó a caminar. Nombró las colinas y los valles sin nombre; bebió de fuentes ignoradas; se inclinó y se miró en el Lago Espejo y sobre la sombra de la cabeza de Durin apareció una corona de estrellas como joyas engarzadas en un hilo de plata.
El mundo era hermoso en los días de Durin, en los Días Antiguos antes de la caída de reyes poderosos en Nargothrond y Gondolin que desaparecieron más allá de los mares. El mundo era hermoso y las montañas altas.
Fue rey en un trono tallado y en salas de piedra de muchos pilares y runas poderosas en la puerta, de bóvedas de oro y de suelo de plata. La luz del sol, la luna y las estrellas en centelleantes lámparas de vidrio que las nubes y la noche jamás se oscurecían para siempre brillaban.
Allí el martillo golpeaba el yunque, el cincel esculpía y el buril escribía, se forjaba la hoja de la espada, y se fijaban las empuñaduras; cavaba el cavador, el albañil edificaba. Allí se acumulaban el berilo, la perla y el pálido ópalo y el metal en escamas, y la espada y la lanza brillantes, el escudo, la malla y el hacha.
Incansable era entonces la gente de Durin; bajo las montañas despertaba la música; los arpistas tocaban, cantaban los cantantes, y en la puerta las trompetas sonaban.
El mundo es gris ahora y vieja la montaña; el fuego de la forja es sólo unas cenizas; el arpa ya no suena, el martillo no cae; la sombra habita en las salas de Durin, y la oscuridad ha cubierto la tumba en Moria, en Khazad-dûm. Pero todavía aparecen las estrellas ahogadas en la oscuridad y el silencio del Lago Espejo, y hasta que Durin despierte de nuevo en el agua profunda la corona descansa.Etiquetas: J.R.R. Tolkien |