Poemaseningles





TRADUTTORE TRADITORE

Acerca de
Poemas en Inglés es un blog que pretende acercar poemas de lengua inglesa al castellano
Frases
"Por principio, toda traducción es buena. En cualquier caso, pasa con ellas lo que con las mujeres: de alguna manera son necesarias, aunque no todas son perfectas"

Augusto Monterroso

-La palabra mágica-

"Es imposible traducir la poesía. ¿Acaso se puede traducir la música?"

Voltaire

"La traducción destroza el espí­ritu del idioma"

Federico García Lorca
Archivos
Anne Sexton -The twelve dancing princesses-
jueves, 21 de agosto de 2003
The twelve dancing princesses
Anne Sexton (1928-1974)


If you danced from midnight
to six A.M. who would understand?

The runaway boy
who chucks it all
to live on the Boston Common
on speed and saltines,
pissing in the duck pond,
rapping with the street priest,
trading talk like blows,
another missing person,
would understand.

The paralytic's wife
who takes her love to town,
sitting on the bar stool,
downing stingers and peanuts,
singing "That ole Ace down in the hole,"
would understand.

The passengers
from Boston to Paris
watching the movie with dawn
coming up like statues of honey,
having partaken of champagne and steak
while the world turned like a toy globe,
those murderers of the nightgown
would understand.

The amnesiac
who tunes into a new neighborhood,
having misplaced the past,
having thrown out someone else's
credit cards and monogrammed watch,
would understand.

The drunken poet
(a genius by daylight)
who places long-distance calls
at three A.M. and then lets you sit
holding the phone while he vomits
(he calls it "The Night of the Long Knives")
getting his kicks out of the death call,
would understand.

The insomniac
listening to his heart
thumping like a June bug,
listening on his transistor
to Long John Nebel arguing from New York,
lying on his bed like a stone table,
would understand.

The night nurse
with her eyes slit like Venetian blinds,
she of the tubes and the plasma,
listening to the heart monitor,
the death cricket bleeping,
she who calls you "we"
and keeps vigil like a ballistic missile,
would understand.

Once
this king had twelve daughters,
each more beautiful than the other.
They slept together, bed by bed
in a kind of girls' dormitory.
At night the king locked and bolted the door.
How could they possibly escape?
Yet each morning their shoes
were danced to pieces.
Each was as worn as an old jockstrap.
The king sent out a proclamation
that anyone who could discover
where the princesses did their dancing
could take his pick of the litter.
However there was a catch.
If he failed, he would pay with his life.
Well, so it goes.

Many princes tried,
each sitting outside the dormitory,
the door ajar so he could observe
what enchantment came over the shoes.
But each time the twelve dancing princesses
gave the snoopy man a Mickey Finn
and so he was beheaded.
Poof! Like a basketball.

It so happened that a poor soldier
heard about these strange goings on
and decided to give it a try.
On his way to the castle
he met an old old woman.
Age, for a change, was of some use.
She wasn't stuffed in a nursing home.
She told him not to drink a drop of wine
and gave him a cloak that would make
him invisible when the right time came.
And thus he sat outside the dorm.
The oldest princess brought him some wine
but he fastened a sponge beneath his chin,
looking the opposite of Andy Gump.

The sponge soaked up the wine,
and thus he stayed awake.
He feigned sleep however
and the princesses sprang out of their beds
and fussed around like a Miss America Contest.
Then the eldest went to her bed
and knocked upon it and it sank into the earth.
They descended down the opening
one after the other. They crafty soldier
put on his invisisble cloak and followed.
Yikes, said the youngest daughter,
something just stepped on my dress.
But the oldest thought it just a nail.

Next stood an avenue of trees,
each leaf make of sterling silver.
The soldier took a leaf for proof.
The youngest heard the branch break
and said, Oof! Who goes there?
But the oldest said, Those are
the royal trumpets playing triumphantly.
The next trees were made of diamonds.
He took one that flickered like Tinkerbell
and the youngest said: Wait up! He is here!
But the oldest said: Trumpets, my dear.

Next they came to a lake where lay
twelve boats with twelve enchanted princes
waiting to row them to the underground castle.
The soldier sat in the youngest's boat
and the boat was as heavy as if an icebox
had been added but the prince did not suspect.

Next came the ball where the shoes did duty.
The princesses danced like taxi girls at Roseland
as if those tickets would run right out.
They were painted in kisses with their secret hair
and though the soldier drank from their cups
they drank down their youth with nary a thought.

Cruets of champagne and cups full of rubies.
They danced until morning and the sun came up
naked and angry and so they returned
by the same strange route. The soldier
went forward through the dormitory and into
his waiting chair to feign his druggy sleep.
That morning the soldier, his eyes fiery
like blood in a wound, his purpose brutal
as if facing a battle, hurried with his answer
as if to the Sphinx. The shoes! The shoes!
The soldier told. He brought forth
the silver leaf, the diamond the size of a plum.

He had won. The dancing shoes would dance
no more. The princesses were torn from
their night life like a baby from its pacifier.
Because he was old he picked the eldest.
At the wedding the princesses averted their eyes
and sagged like old sweatshirts.
Now the runaways would run no more and never
again would their hair be tangled into diamonds,
never again their shoes worn down to a laugh,
never the bed falling down into purgatory
to let them climb in after
with their Lucifer kicking.


Las doce princesas danzarinas

Si bailas desde la medianoche
hasta las seis a.m., ¿quién lo entendería?

El muchacho fugitivo
que rechazó todo
por vivir en la comuna de Boston
a base de anfetaminas y galletas saladas,
orinando en el estanque de patos,
robando con el profeta callejero
traficando plática como puñetazos,
otra persona perdida,
lo entendería.

La esposa del paralítico
que lleva a su amante a la ciudad,
sentándose en el banco de un bar,
comiendo stingers y cacahuates,
cantando "That ole Ace down in the hole",
lo entendería.

Los pasajeros
de Boston a París
mirando la película con el amanecer
acercándose como estatuas de miel,
habiendo participado de la champaña y la carne
mientras el mundo gira como un globo de juguete,
esos asesinos de piyamas
lo entenderían.

El amnésico
que se ajusta dentro del vecindario nuevo,
habiendo extraviado el pasado,
habiendo arrojado las tarjetas de crédito
y el reloj con monograma de algún otro,
lo entendería.

El poeta borracho
(un genio durante el día)
que hace llamadas de larga distancia
a las tres a.m. y entonces te deja sentado
deteniendo el auricular mientras vomita
(él le llama "La noche de los cuchillos largos")
excitándose con el llamado de la muerte,
lo entendería.

El insomne
escuchando su corazón
golpeando como un insecto de junio
escuchando en su transistor
a Long John Nebel discutiendo desde Nueva York,
acostado en la cama como una plancha de acero,
lo entendería.

La enfermera de noche
con sus ojos abiertos como persianas venecianas,
ella la de los tubos y el plasma,
escuchando el monitor cardiaco,
el grillo de la muerte cantando,
ella que te llama "nosotros"
y está en vigilia como una bala de misil,
lo entendería.

Había una vez
un rey que tenía doce hijas,
una más bella que la otra.
Dormían juntas, cama con cama
en una especie de dormitorio para niñas.
Por la noche el rey cerraba y pasaba el cerrojo de la puerta.
¿Como era posible que escaparan?
Cada mañana sus zapatos
estaban desgastados por el baile.
Tan usados como un suspensorio viejo.
El rey envío la proclamación
de que cualquiera que pudiera descubrir
dónde iban a bailar las princesas
podría tomar a la que quisiera de las literas.
De cualquier modo había un detalle.
Si fallaban, pagarían con su vida.
Bueno, así pasó.

Muchos príncipes probaron,
sentándose fuera del dormitorio,
la puerta entreabierta para poder observar
qué encantamiento se desprendía de los zapatos.
Pero cada vez las doce princesas danzarinas
daban al hombre sabueso una Mickey Finn
y así era degollado.
¡Puff!, como un balón de basquet.
Entonces sucedió que un pobre soldado
escuchó sobre estos extraños suceso
y decidió hacer la prueba.
En su camino al castillo
se encontró con una vieja vieja mujer.
Por una vez, envejecer servía de algo.
Ella no había sido embutida en un asilo.
Le dijo que no tomara una gota de vino
y le dio una capa que lo volvería
invisible cuando llegará el momento justo.
Entonces se sentó fuera del dormitorio.
La princesa de mayor edad le trajo un poco de vino
pero él amarró una esponja detrás de su barba
pareciendo lo opuesto a Andy Gump.

La esponja chupó todo el vino
y así él se mantuvo despierto.
Sin embargo fingió dormir
y las princesas brincaron de sus camas
agitándose alrededor como en un concurso de Miss América.
Entonces la mayor fue a su cama
golpeó encima y ésta se hundió dentro de la tierra.
Ellas descendieron por la apertura
una tras otra. El astuto soldado
se puso su capa invisible y las siguió.
¡Ups!, dijo la princesa más joven,
algo traspasó mi vestido.
Pero la mayor pensó que había sido un clavo.

Llegaron a una avenida de árboles,
cada hoja hecha de plata sterling.
El soldado arrancó una hoja como prueba.
La más joven escuchó el crujido de la rama
y dijo: ¡Uf! ¿Quién anda ahí?
Pero la mayor dijo: Son
las trompetas reales tocando triunfalmente.
Los siguientes árboles estaban hechos de diamantes.
Él arrancó uno que refulgía como una campana de latón
y la menor dijo: ¡Esperen, él está aquí!
Pero la mayor dijo: Trompetas, querida.

Más tarde llegaron a un lago donde flotaban
doce botes con doce príncipes encantados
esperando para conducirlas al castillo subterráneo.
El soldado se sentó en el bote de la más joven
y la lancha estaba tan pesada como si una hielera
hubiera sido añadida, pero el príncipe no sospechó.

En seguida vino el baile donde los zapatos hicieron lo suyo.
Las princesas bailaban como taxi girls en Roseland
como si esos boletos pudieran agotarse.
Estaban pintadas con besos en su cabello secreto
y pensando que el soldado estaba borracho
ellas bebieron su juventud sin pensarlo siquiera.

Ampolletas de champaña y copas llenas de rubíes.
Bailaron hasta el amanecer y el sol salió
desnudo y enojado y entonces regresaron
por la misma ruta extraña. El soldado
fue de regreso al dormitorio y hacia su
silla de espera para fingir su narcótico sueño.
Esa mañana el soldado, los ojos encendidos
como la sangre en una herida, su propósito brutal
como si enfrentara una batalla, corrió con la respuesta
como si fuese con la esfinge. ¡Los zapatos! ¡Los zapatos!
El soldado habló. Trajo consigo
la hoja de plata y el diamante del tamaño de una ciruela.

Había ganado. Los zapatos danzarines no bailarían
nunca más. Las princesas fueron arrancadasde su noche como un bebé de su chupón.
Puesto que era un anciano, escogió a la mayor.
En la boda, las princesas desviaban los ojos
doblegadas como sudaderas viejas.
Ahora las fugitivas no escaparían de nuevo y nunca
jamás su cabello estaría entretejido con diamantes,
nunca jamás sus zapatos consumidos por una risa,
nunca más la cama conduciría al purgatorio
para dejarlas subir después
con la patada de Lucifer.

Versión de Patricia Rivas

Etiquetas:

posted by Torre @ 9:14  
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home
 
Sobre el autor
  • Para localizar un poema determinado utilizar la secuencia Ctrl+F y escribir la palabra correspondiente.
  • Para ponerse en contacto con el autor del Blog

  • Los poemas de este blog pueden aumentar con tu colaboración, si tienes alguna traducción de algún poema de lengua inglesa que te guste y quieres enviárnosla, será bienvenida.
Poetas
Otros
Entradas Anteriores
Blogs que visito
Blogs amigos
Buscadores
    Google
    Google Aquí­
Recursos

Directorio Web - Directorio de Páginas Webs

blogs

Blogarama

Literature Blogs - Blog Top Sites

Unión de Bloggers Hispanos

eXTReMe Tracker