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Algernorn Charles Swinburne -The garden of Proserpine-
sábado, 2 de agosto de 2003
The garden of Proserpine
Algernon Charles Swinburne (England, 1837-1909)


Here, where the world is quiet;
Here, where all trouble seems
Dead winds' and spent waves' riot
In doubtful dreams of dreams;
I watch the green field growing
For reaping folk and sowing,
For harvest-time and mowing,
A sleepy world of streams.

I am tired of tears and laughter,
And men that laugh and weep;
Of what may come hereafter
For men that sow to reap:
I am weary of days and hours,
Blown buds of barren flowers,
Desires and dreams and powers
And everything but sleep.

Here life has death for neighbour,
And far from eye or ear
Wan waves and wet winds labour,
Weak ships and spirits steer;
They drive adrift, and whither
They wot not who make thither;
But no such winds blow hither,
And no such things grow here.

No growth of moor or coppice,
No heather-flower or vine,
But bloomless buds of poppies,
Green grapes of Proserpine,
Pale beds of blowing rushes
Where no leaf blooms or blushes
Save this whereout she crushes
For dead men deadly wine.

Pale, without name or number,
In fruitless fields of corn,
They bow themselves and slumber
All night till light is born;
And like a soul belated,
In hell and heaven unmated,
By cloud and mist abated
Comes out of darkness morn.

Though one were strong as seven,
He too with death shall dwell,
Nor wake with wings in heaven,
Nor weep for pains in hell;
Though one were fair as roses,
His beauty clouds and closes;
And well though love reposes,
In the end it is not well.

Pale, beyond porch and portal,
Crowned with calm leaves, she stands
Who gathers all things mortal
With cold immortal hands;
Her languid lips are sweeter
Than love's who fears to greet her
To men that mix and meet her
From many times and lands.

She waits for each and other,
She waits for all men born;
Forgets the earth her mother,
The life of fruits and corn;
And spring and seed and swallow
Take wing for her and follow
Where summer song rings hollow
And flowers are put to scorn.

There go the loves that wither,
The old loves with wearier wings;
And all dead years draw thither,
And all disastrous things;
Dead dreams of days forsaken,
Blind buds that snows have shaken,
Wild leaves that winds have taken,
Red strays of ruined springs.

We are not sure of sorrow,
And joy was never sure;
To-day will die to-morrow;
Time stoops to no man's lure;
And love, grown faint and fretful,
With lips but half regretful
Sighs, and with eyes forgetful
Weeps that no loves endure.

From too much love of living,
From hope and fear set free,
We thank with brief thanksgiving
Whatever gods may be
That no life lives for ever;
That dead men rise up never;
That even the weariest river
Winds somewhere safe to sea.

Then star nor sun shall waken,
Nor any change of light:
Nor sound of waters shaken,
Nor any sound or sight:
Nor wintry leaves nor vernal,
Nor days nor things diurnal;
Only the sleep eternal
In an eternal night.


El Jardín de Proserpina

Aquí, donde el mundo se acalla;
aquí, donde todas las aflicciones
se agolpan como olas exhaustas,
o como un tumulto de muertas corrientes
en un dudoso sueño de sueños.
Veo crecer las verdes campiñas
entre sembradores y labradores,
en tiempos de cosecha y en tiempos de ciega;
un dormido mundo de arroyos.

Cansado estoy de la alegría y la tristeza,
de los hombres que ríen y lloran,
y del destino que aguarda a sus cosechas.
Los días y las horas me fastidian,
marchitos capullos de flores estériles,
y también los anhelos, poderes y deseos;
dormir, sólo quiero dormir.

Aquí la vida es vecina de la muerte;
lejos de la vista y del oído, en otras regiones,
resuena el sollozo de las olas y de los vientos
empujando al espíritu en frágiles embarcaciones.
A la deriva, sin rumbo fijo.
Mas aquí, del otro lado del mundo,
donde nada florece,
esos vientos no soplan.

Aquí no brotan hierbas ni malezas;
no hay brezos ni vid;
entre débiles juncos donde las hojas no crecen
sólo mustios capullos de amapola,
verdes racimos de Proserpina,
para que ella exprima su vino mortal
y lo entregue a los muertos.

Pálidos, innumerables, sin nombre,
inclinándose en sombríos campos de mieses
durante toda la noche,
esos muertos, como almas tardías,
no acunadas en cielo o infierno alguno,
abatidas por la neblina y las tinieblas,

buscan el brillo de una luz
que los aleje para siempre de las sombras.
Mas por fuerte que sea nuestra vida
también algún día habremos de morir.
Y no seremos ángeles, si ascendemos al cielo,
ni sufriremos dolores, si caemos al infierno.
Pero la belleza que hay en nosotros
habrá de nublarse hasta perecer
y nuestro amor, ya en reposo, tocará su fin.

Allí está ella, detrás de atrios y pórticos,
coronada de yermas hojas,
recogiendo toda cosa mortal
que llegue hasta sus frías e inmortales manos.
Allí está ella, temida por el amor
a quien supera en dulzura,
acercando sus labios
a tantos hombres de tierras y tiempos diversos.

A la espera de todos nosotros,
nacidos para morir,
ella nos hace olvidar esta tierra, nuestra madre,
y la vida de los frutos y las mieses.
La primavera, las semillas y las golondrinas
emprenden vuelo y la siguen,
allí donde el canto del verano se ahueca
y la vida se aleja.

Allá van los amores marchitos,
los viejos amores con sus alas cansadas,
y los años perdidos y las cosas deshechas.
Moribundos sueños de inhóspitos días,
ciegos capullos arrancados por la nieve,
hojas salvajes arrastradas por el viento,
sangrientos extravíos de arruinadas primaveras.

Ni las tristezas ni las alegrías son seguras;
el presente ha de morir en el mañana
y nada hay que pueda doblegar el señorío del tiempo.
El corazón, decaído y displicente, suspira acongojado;
sus ojos abatidos y olvidadizos
gimen la brevedad del amor.

Por grande que sea nuestro apego a la vida,
buscamos liberamos de esperanzas y temores;
por eso agradecemos a los dioses,
no importa quiénes sean,
que la vida no dure para siempre,
que nada perturbe el dormir de los muertos,
que hasta el río menos generoso
haya siempre de retornar al mar.
Porque entonces no habrá estrellas ni soles
ni cambios de luz que puedan despertarnos;
no habrá aguas que se agiten tumultuosamente
ni sonidos ni visiones;
tampoco habrá días, estaciones, o seres luminosos;
sólo un eterno sueño
en una eterna noche.

Versión de Armando Roa

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posted by Torre @ 14:35  
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