The Lady of Shalott Alfred Lord Tennyson (1809-1892)
On either side the river lie Long fields of barley and of rye, That clothe the wold and meet the sky; And through the field the road run by To many-tower'd Camelot; And up and down the people go, Gazing where the lilies blow Round an island there below, The island of Shalott. Willows whiten, aspens quiver, Little breezes dusk and shiver Through the wave that runs for ever By the island in the river Flowing down to Camelot. Four grey walls, and four grey towers, Overlook a space of flowers, And the silent isle imbowers The Lady of Shalott. By the margin, willow veil'd, Slide the heavy barges trail'd By slow horses; and unhail'd The shallop flitteth silken-sail'd Skimming down to Camelot: But who hath seen her wave her hand? Or at the casement seen her stand? Or is she known in all the land, The Lady of Shalott? Only reapers, reaping early, In among the bearded barley Hear a song that echoes cheerly From the river winding clearly; Down to tower'd Camelot; And by the moon the reaper weary, Piling sheaves in uplands airy, Listening, whispers, " 'Tis the fairy The Lady of Shalott." There she weaves by night and day A magic web with colours gay. She has heard a whisper say, A curse is on her if she stay To look down to Camelot. She knows not what the curse may be, And so she weaveth steadily, And little other care hath she, The Lady of Shalott. And moving through a mirror clear That hangs before her all the year, Shadows of the world appear. There she sees the highway near Winding down to Camelot; There the river eddy whirls, And there the surly village churls, And the red cloaks of market girls Pass onward from Shalott. Sometimes a troop of damsels glad, An abbot on an ambling pad, Sometimes a curly shepherd lad, Or long-hair'd page in crimson clad Goes by to tower'd Camelot; And sometimes through the mirror blue The knights come riding two and two. She hath no loyal Knight and true, The Lady of Shalott. But in her web she still delights To weave the mirror's magic sights, For often through the silent nights A funeral, with plumes and lights And music, went to Camelot; Or when the Moon was overhead, Came two young lovers lately wed. "I am half sick of shadows," said The Lady of Shalott. A bow-shot from her bower-eaves, He rode between the barley sheaves, The sun came dazzling thro' the leaves, And flamed upon the brazen greaves Of bold Sir Lancelot. A red-cross knight for ever kneel'd To a lady in his shield, That sparkled on the yellow field, Beside remote Shalott. The gemmy bridle glitter'd free, Like to some branch of stars we see Hung in the golden Galaxy. The bridle bells rang merrily As he rode down to Camelot: And from his blazon'd baldric slung A mighty silver bugle hung, And as he rode his armor rung Beside remote Shalott. All in the blue unclouded weather Thick-jewell'd shone the saddle-leather, The helmet and the helmet-feather Burn'd like one burning flame together, As he rode down to Camelot. As often thro' the purple night, Below the starry clusters bright, Some bearded meteor, burning bright, Moves over still Shalott. His broad clear brow in sunlight glow'd; On burnish'd hooves his war-horse trode; From underneath his helmet flow'd His coal-black curls as on he rode, As he rode down to Camelot. From the bank and from the river He flashed into the crystal mirror, "Tirra lirra," by the river Sang Sir Lancelot. She left the web, she left the loom, She made three paces through the room, She saw the water-lily bloom, She saw the helmet and the plume, She look'd down to Camelot. Out flew the web and floated wide; The mirror crack'd from side to side; "The curse is come upon me," cried The Lady of Shalott. In the stormy east-wind straining, The pale yellow woods were waning, The broad stream in his banks complaining. Heavily the low sky raining Over tower'd Camelot; Down she came and found a boat Beneath a willow left afloat, And around about the prow she wrote The Lady of Shalott. And down the river's dim expanse Like some bold seer in a trance, Seeing all his own mischance – With a glassy countenance Did she look to Camelot. And at the closing of the day She loosed the chain, and down she lay; The broad stream bore her far away, The Lady of Shalott. Lying, robed in snowy white That loosely flew to left and right – The leaves upon her falling light – Thro' the noises of the night, She floated down to Camelot: And as the boat-head wound along The willowy hills and fields among, They heard her singing her last song, The Lady of Shalott. Heard a carol, mournful, holy, Chanted loudly, chanted lowly, Till her blood was frozen slowly, And her eyes were darkened wholly, Turn'd to tower'd Camelot. For ere she reach'd upon the tide The first house by the water-side, Singing in her song she died, The Lady of Shalott. Under tower and balcony, By garden-wall and gallery, A gleaming shape she floated by, Dead-pale between the houses high, Silent into Camelot. Out upon the wharfs they came, Knight and Burgher, Lord and Dame, And around the prow they read her name, The Lady of Shalott. Who is this? And what is here? And in the lighted palace near Died the sound of royal cheer; And they crossed themselves for fear, All the Knights at Camelot; But Lancelot mused a little space He said, "She has a lovely face; God in his mercy lend her grace, The Lady of Shalott."
La dama de Shalott
A ambos lados del río se despliegan anchos campos de cebada y centeno, que decoran la tierra y se reúnen con el cielo; y a través del campo se extiende el camino que va hacia las torres de Camelot; y la gente va y viene, contemplando el lugar donde se balancean los lirios alrededor de la isla de allí abajo, la isla de Shallot. Los sauces palidecen, tiemblan los álamos, las leves brisas se ensombrecen y tiemblan en las olas que discurren sin cesar por el río que rodea la isla fluyendo hacia Camelot. Cuatro muros grises y cuatro torres grises, dominan un lugar rebosante de flores, y la silenciosa isla aprisiona a la Dama de Shallot. Por la orilla, cubiertas por los sauces, se deslizan las pesadas barcazas tiradas por lentos caballos; e ignorada navega la chalupa con revoltosa vela de seda rasurando las aguas hacia Camelot: pero, ¿Quién la ha visto agitando su mano? ¿O asomada en el marco de la ventana? ¿Acaso es conocida en todo el reino la Dama de Shallot? Sólo los segadores, segando temprano entre la espesura de cebada, escuchan un canto que resuena vivamente desde el río transparente que serpea, hacia las torres de Camelot: Y a la luz de la luna, el cansado segador, apilando los fajos en aireadas mesetas, al escucharla, murmura: "Es el hada Dama de Shallot". Allí, noche y día, teje un mágico lienzo de alegres colores. Ha oído un susurro advirtiéndole que una maldición caerá sobre ella si mira hacia Camelot. Desconoce el tipo de que maldición es, y debido a ello teje sin parar, sin preocuparse de nada más, la Dama de Shallot. Y moviéndose a través de un cristalino espejo colgado todo el año ante ella, aparecen las tinieblas del mundo. Ve la cercana calzada discurriendo hacia Camelot: ve los arremolinados torbellinos del río, los rudos patanes pueblerinos, y las capas rojas de las muchachas, provinientes de Shallot. A veces, un grupo de alegres damiselas, un abad deambulando, a veces, un pastorcillo con bucles en el pelo, o un paje con melena y vestido carmesí, van hacia las torres de Camelot; Y a veces, a través del azul espejo los caballeros vienen cabalgando en pares: No tiene un caballero leal y franco, la Dama de Shallot. Pero aún gozando en tejer en su lienzo las visiones del mágico espejo, -cuando a menudo en las noches silenciosas un funeral, con velas, penachos y música, se dirigía hacia Camelot; o cuando la luna estaba en lo alto, y llegaban dos amantes recién casados- "Cansada estoy de las sombras", dijo la Dama de Shallot. A tiro de arco de su alero, cabalgaba entre los fajos de cebada, el sol resplandecía por entre las hojas, y llameó en las grebas de bronce del intrépido Lanzarote. Un cruzado de rodillas para siempre ante una dama en su escudo, que resplandecía entre los dorados campos, cercanos a la remota Shallot. Las engarzadas bridas brillaban libres, como las ramificaciones estelares que vemos suspendidas en la áurea Galaxia. Alegres resonaban los cascabeles mientras él cabalgaba hacia Camelot: y de su ostentoso tahalí colgaba un poderoso clarín de plata, y al galope su armadura repicaba, cerca de la remota Shallot. Bajo el azul del despejado día brillaba la lujosa montura de cuero, el yelmo junto con su pluma ardían juntos en una única llama, mientras él cabalgaba hacia Camelot. Como suele suceder en la purpúrea noche, bajo radiantes constelaciones, algunos meteoros, trayendo una estela de luz gravitan sobre la apacible Shallot. Su frente clara y amplia resplandecía al sol; con cascos bruñidos pisaba su caballo; bajo el yelmo flotaban sus rizos negros como el carbón mientras cabalgaba, mientras cabalgaba hacia Camelot. Desde la orilla y el río Brilló en el cristalino espejo, "Tirra lirra", por el río cantaba Sir Lancelot. Ella dejó el lienzo, dejó el telar, dio tres pasos por la habitación, vio florecer el lirio en el agua, vio la pluma y el yelmo, y miró hacia Camelot. La tela salió volando y ondeó en el vacío; El espejo se quebró de lado a lado; "la maldición cae sobre mí", gritó la Dama de Shallot. Tensos, bajo el tormentoso viento del este, los dorados bosques empalidecían, la corriente gemía en la ribera, el cielo encapotado llovía fuertemente sobre las torres de Camelot; Ella descendió y halló una barca flotando junto al tronco de un sauce, y alrededor de la proa escribió "La Dama de Shallot". Y en la oscura extensión río abajo -como un audaz vidente en trance, contemplando su infortunio -con turbado semblante miró hacia Camelot. Y al final del día la amarra soltó, dejándose llevar; la corriente lejos arrastró a la Dama de Shallot.Yaciendo, vestida con níveas telas ondeando sueltas a los lados -cayendo sobre ella las ligeras hojas- a través de los susurros nocturnos navegó río abajo hacia Camelot: Y yendo su proa a la deriva entre campos y colinas de sauces, oyeron cantar su última canción, a la Dama de Shallot. Escucharon una tuna, lastimera, implorante, tanto en voz alta voz como en voz baja, hasta que su sangre se fue helando lentamente, y sus ojos se oscurecieron por completo, vueltos hacia las torres de Camelot; Y es que antes de que fuera llevada por la corriente hacia la primera casa junto a la orilla, murió cantando su canción, la Dama de Shallot. Bajo torres y balcones, por muros de jardín y tribunas, con brillante esbeltez pasó flotando, entre las casas, pálida como la muerte y silenciosa por Camelot. A los muelles acudieron, caballeros y burgueses, damas y lores, y en torno a la proa su nombre leyeron, La Dama de Shallot. ¿Quién es? ¿Y qué hace aquí? Y junto al iluminado palacio, cesaron los sones de vitoreo real; y temerosos se persignaron todos los caballeros de Camelot: Pero Lancelot se quedó pensativo; dijo, "Tiene un rostro hermoso; Dios, en su bondad, la llenó de gracia, a la Dama de Shallot".Etiquetas: Alfred Lord Tennyson |