Oscar Wilde -Flower of love- |
domingo, 13 de abril de 2003 |
Flower of love Oscar Wilde (Ireland, 1854 - 1900)
Sweet I blame you not for mine the fault was, had I not been made of common clay I had climbed the higher heights unclimbed yet, seen the fuller air, the larger day.
From the wildness of my wasted passion I had struck a better, clearer song, Lit some lighter light of freer freedom, battled with some Hydra-headed wrong.
Had my lips been smitten into music by the kisses that but made them bleed, You had walked with Bice and the angels on that verdant and enamelled mead.
I had trod the road which Dante treading saw the suns of seven circles shine, Ay! perchance had seen the heavens opening, as they opened to the Florentine.
And the mighty nations would have crowned me, who am crownless now and without name, And some orient dawn had found me kneeling on the threshold of the House of Fame.
I had sat within that marble circle where the oldest bard is as the young, And the pipe is ever dropping honey, and the lyre’s strings are ever strung.
Keats had lifted up his hymenæal curls from out the poppy-seeded wine, With ambrosial mouth had kissed my forehead, clasped the hand of noble love in mine.
And at springtide, when the apple-blossoms brush the burnished bosom of the dove, Two young lovers lying in an orchard would have read the story of our love.
Would have read the legend of my passion, known the bitter secret of my heart, Kissed as we have kissed, but never parted as we two are fated now to part.
For the crimson flower of our life is eaten by the canker-worm of truth, And no hand can gather up the fallen withered petals of the rose of youth.
Yet I am not sorry that I loved you—ah! what else had I a boy to do,— For the hungry teeth of time devour, and the silent-footed years pursue.
Rudderless, we drift athwart a tempest, and when once the storm of youth is past, Without lyre, without lute or chorus, Death a silent pilot comes at last.
And within the grave there is no pleasure, for the blind-worm battens on the root, And Desire shudders into ashes, and the tree of Passion bears no fruit.
Ah! what else had I to do but love you, God’s own mother was less dear to me, And less dear the Cytheræan rising like an argent lily from the sea.
I have made my choice, have lived my poems, and, though youth is gone in wasted days, I have found the lover’s crown of myrtle better than the poet’s crown of bays.
Flor de amor
Amor, no te culpo; la culpa fue mía, no hubiera yo sido de arcilla común habría escalado alturas más altas aún no alcanzadas, visto aire más lleno, y día más pleno.
Desde mi locura de pasión gastada habría tañido más clara canción, encendido luz más luminosa, libertad más libre, luchado con malas cabezas de hidra.
Hubieran mis labios sido doblegados hasta hacerse música por besos que sólo hicieran sangrar, habrías caminado con Bice y los ángeles en el prado verde y esmaltado.
Si hubiera seguido el camino en que Dante viera los siete círculos brillantes, ¡Ay!, tal vez observara los cielos abrirse, como se abrieran para el florentino.
Y las poderosas naciones me habrían coronado, a mí que no tengo nombre ni corona; y un alba oriental me hallaría postrado al umbral de la Casa de la Fama.
Me habría sentado en el círculo de mármol donde el más viejo bardo es como el más joven, y la flauta siempre produce su miel, y cuerdas de lira están siempre prestas.
Hubiera Keats sacado sus rizos himeneos del vino con adormidera, habría besado mi frente con boca de ambrosía, tomado la mano del noble amor en la mía.
Y en primavera, cuando flor de manzano acaricia un pecho bruñido de paloma, dos jóvenes amantes yaciendo en la huerta habrían leído nuestra historia de amor.
Habrían leído la leyenda de mi pasión, conocido el amargo secreto de mi corazón, habrían besado igual que nosotros, sin estar destinados por siempre a separarse.
Pues la roja flor de nuestra vida es roída por el gusano de la verdad y ninguna mano puede recoger los restos caídos: pétalos de rosa juventud.
Sin embargo, no lamento haberte amado -¡ah, qué más podía hacer un muchacho, cuando el diente del tiempo devora y los silenciosos años persiguen!
Sin timón, vamos a la deriva en la tempestad y cuando la tormenta de juventud ha pasado, sin lira, sin laúd ni coro, la Muerte, el piloto silencioso, arriba al fin.
Y en la tumba no hay placer, pues el ciego gusano se ceba en la raíz, y el Deseo tiembla hasta tornarse ceniza, y el árbol de la pasión ya no tiene fruto.
¡Ah!, qué más debía hacer sino amarte; aún la madre de Dios me era menos querida, y menos querida la elevación citérea desde el mar como un lirio argénteo.
He elegido, he vivido mis poemas y, aunque la juventud se fuera en días perdidos, hallé mejor la corona de mirto del amante que la de laurel del poeta.
Versión de E. Caracciolo TrejoEtiquetas: Oscar Wilde |
posted by Torre @ 21:08 |
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